Visitando colegios nos encontramos con una interesante exposición: el patio está decorado con representaciones del ADN y en torno a él, vemos mesas con distintos experimentos y estudiantes en bata blanca explicando a sus compañeros los distintos “stands” de la Feria Científica. Hasta ahí todo bien. Nos acercamos a una de las mesas, donde hay una enorme maqueta de un torso humano, se ven pulmones, corazón, venas y arterias presentados en forma realista. El título: el sistema circulatorio. Impresionante.
Le preguntamos a uno de los estudiantes por la relación entre el corazón y la circulación, pero nos mira nervioso, murmurando una respuesta ininteligible. Finalmente dice: “no sé” y acude a uno de sus compañeros, pero él tampoco sabe la respuesta. Sólo un tercero logra explicar detalladamente la relación entre corazón, venas y arterias en forma sencilla pero correcta. Les preguntamos por la investigación, y nos cuentan -entre risas- que era un trabajo grupal, pero que solo uno de ellos en verdad realizó toda la investigación. “¿Y la maqueta?” -preguntamos con la esperanza del trabajo colaborativo- “esa la hicimos juntos, siguiendo un tutorial de YouTube, pero no cachamos nada porque estaba en inglés” – es la descorazonadora respuesta.
Lamentablemente, este no es un caso aislado (aunque ya sería malo si lo fuera), y dan ganas de exclamar: “Aprendizaje activo, cuántos crímenes se cometen en tu nombre”, parafraseando a la célebre Madame Roland cuando su cabeza iba a rodar en la plaza de la guillotina.
Y es que el aprendizaje activo, que tiene su origen en la teorías constructivistas, pretendía darle un rol central al estudiante en el proceso de aprendizaje, asignando al docente la tarea de apoyar y facilitar este proceso generando el ambiente adecuado, entregando materiales y potenciando la construcción del conocimiento en el propio alumno. Esta mirada, se oponía frontalmente a la sala de clases tradicional, donde el estudiante recibía pasivamente los contenidos y el centro de la actividad estaba en el profesor.
La pregunta es: ¿cómo llegamos de la construcción del propio aprendizaje a estudiantes que no tienen idea de lo que se trataba el trabajo del sistema circulatorio?
Obviamente, la discusión da para mucho más que una columna, pero es evidente que algo del mensaje se perdió en la transmisión. Porque una mala comprensión y aplicación del aprendizaje activo se ha tomado nuestras escuelas.
Entonces nos encontramos con maquetas, presentaciones, movimiento de mesas e instalaciones impresionantes, pero que no implican que el estudiante esté realmente involucrado en el proceso, o que la actividad sea efectiva en lograr el objetivo de aprendizaje. La cosa se pone peor cuando se trata de actividades grupales, porque ahí muchas veces no somos capaces de verificar que todos los integrantes realmente contribuyan y aprendan lo que se pretende.
Algo está fallando. Le estamos fallando a los estudiantes, porque quizás la clase es más entretenida, pero si el foco es el aprendizaje, y esa actividad no lo potencia, lo estamos haciendo mal. Muy mal. Y si bien queremos desarrollar otras habilidades como la resolución de conflictos o el trabajo en equipo, esto no debería implicar que renunciemos a que los estudiantes aprendan contenidos curriculares que, como profesores, sabemos que son relevantes.
El aprendizaje activo debería llamarse “aprendizaje de mentes activas”, de manera de reforzar que no es necesariamente relevante cuánto se mueven los estudiantes dentro de la sala, ni cuántos materiales se usan, lo importante es cuántos conocimientos nuevos están incorporando, cuántas conexiones están realizando, en resumen, cuán cognitivamente activos están siendo. Investigaciones recientes dan cuenta de lo relevante del liderazgo del profesor en combinar estrategias de enseñanza dirigida con otras de investigación por parte de los estudiantes para asegurar que todos aprendan.
Esta columna es un llamado a los profesores y a los líderes escolares a poner al centro de su reflexión pedagógica y de sus planificaciones el aprendizaje de sus estudiantes, para que en cada clase de sus escuelas, el aprendizaje sea realmente activo.